Wednesday, July 29, 2009
Mi amiga Lara
Mi amiga Lara tiene una hermana de unos treinta años, soltera, que es parte de la industria de la moda y trabaja como asistente de una actriz de esas caracúlica-conchuda, a lo Dolores Fonzi. La hermana de mi amiga (a la que llamaremos arbitrariamente María de las Mercedes) tiene el pelo con una permanente de frizz total de aquellas que el champú Sedal se empeña en combatir. Vive en un departamento en Palermo y lo tiene todo decorado con fotos de ella (cual Nacimiento de Venus) posando en bolas en los bosques de Palermo. Es muy bueno ver la cara de los que llegan por primera vez y se encuentran con ese paisaje de fondo y con María de las Mercedes sosteniendo su chihuahua en brazos. El chihuahua, además, es macho y se llama Luciano pero María de las Mercedes está convencida de que es un perro travesti, así que le dice Lulú. El otro día fuimos con mi amiga Lara a la casa de su hermana. Lara había invitado a un chico que conoció en una fiesta, que es investigador del Conicet y es todo intelectual -a un nivel bastante insoportable también. El chico pasó a saludar y en un momento agarra y dice que se va, justo en el instante en el que María de las Mercedes sacaba a pasear a su chihuahua. Y vaya a saber a quién se le ocurrió poner a estos dos individuos a solas en el ascensor y hacerlos caminar las cinco cuadras que separan Las Heras de Santa Fe juntos. La cosa es que María de las Mercedes volvió hecha una furia porque se había tenido que bancar al flaco que le hablaba del Coninocecuanto y de qué se yo que cosa de la universidad pública, y que ella le contaba de su trabajo y él desconocía la totalidad de los contactos que ella mencionaba. Con Lara nos cagábamos de risa porque es como ninguno de los dos había podido salirse de su papel. Ninguno de los dos fue capaz de hablar del clima, o de la verdulería de la esquina, sino que cada uno describía su pequeño mundo para el espanto del otro. En fin, la conclusión obvia es que todos somos un clisé. Sí, todos, usted también.